
Recordadnos. La más sencilla de las órdenes que un rey pueda dar: Recordad por qué morimos.
No deseaba homenajes, canciones, monumentos o poemas de guerra y valor. Su deseo era sencillo. Sólo, recordadnos. Fue lo que me dijo. Esa era su única esperanza, que a toda alma libre que pase por ese lugar en los innumerables siglos que están por llegar, desde las piedras milenarias, nuestras voces puedan susurrar, decid a los espartanos caballeros que aquí por la ley espartana yacemos. Así falleció mi rey y también mis hermanos. Hace apenas un año. Mucho he reflexionado sobre las enigmáticas palabras de victoria por parte de mi rey. El tiempo le ha dado la razón, y de griego libre a griego libre, se transmitió el mensaje de que el valeroso Leónidas y sus 300 hombres, tan lejos del hogar, entregaron la vida no solo por Esparta si no por toda Grecia y por la promesa que este país representa. Y aquí, ahora, en esta escarpada tierra llamada Platea las ordas de Jerjes se enfrentan a la aniquilación. Ahí están los bárbaros desalmados con el corazón encogido y tembloroso el pulso, aterrorizados, pues son conscientes del despiadado y brutal horror que sufrieron frente a las espadas y lanzas de los 300. Y ahora, desde el otro lado de la llanura, contemplan a 10.000 espartanos a la cabeza de 30.000 griegos libres. El enemigo únicamente nos triplica en número, alentador para cualquier griego. En este día liberamos al mundo del misticismo y la tiranía y damos la bienvenida al futuro más esperenzador que hayamos imaginado. Demos las gracias a Leónidas y a sus 300 valientes. Hacia la victoria.
300
Este es el discurso del final de la película de 300, dado por Dilios, que es un emisario al que manda Leónidas de vuelta a Esparta para relatar su historia, y relata la muerte de Leónidas mientras está frente a los ejércitos persas antes de la batalla de Platea.
Leónidas era el rey de Esparta. Un día acude a visitarlo un emisario persa del rey Jerjes, que le comunica que tiene que pagar un tributo de tierra y agua como pruebas de sumisión de Esparta hacia Persia. Leónidas se niega y manda reunir a los 300 mejores guerreros espartanos, y se dirigieron al paso de Termópilas. En Termópilas Jerjes le ofrece a Leónidas el cargo de general de toda Gracia a cambio de que le acepte como su Dios y superior, a lo que Leónidas se niega. Jerjes está decidido a acabar con ellos y envía a sus mejores hombres, 'Los Inmortales'. Y aunque con alguna baja, los espartanos logran aguantar su posición. Efialtes ofrece a Leónidas sus servicios y tras su rechazo ofrece a Jerjes el secreto para derrotar a los espartanos a cambio de riqueza, un uniforme, lujos y mujeres. Leónidas cuando se entera envía a Dilios como emisario a Esparta para que cuente su historia. Jerjes le vuelve a hacer la misma oferta, Leónidas hace un amago de aceptar, pero en el último momento, todos los espartanos atacan a los hombres de Jerjes, y Leónidas hiere a Jerjes. Todos los espartanos caen bajo la lluvia de flechas del ejército persa. Esta es la batalla de las Termópilas, y es lo que relata Dalios a los espartanos, recalcando el valor y la humbría de los 300 valientes que lucharon por una Esparta mejor y que lo único que querían era que se les recordara.

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